Llegaban a los puertos
bajaban de los barcos
con zapatos rotos
con maletas de cartón
con sueños como prendas.
De las ropas que vestían
se lucían los remiendos
como lentejuelas de pobreza
como flecos de ilusiones.
Llegaban a los puertos
como hormigas naufragadas
y tan sólo la esperanza
escondía sus tristezas.
Eran hombres y mujeres
ya curtidos por la tierra
eran hombres y mujeres
ya roídos por la guerra
o por negras dictaduras
que renacen cada tanto.
Bajaban a los puertos
desde naves oxidadas
con olor a los aceites
y al hollín de las calderas.
Bajaban a los puertos
con dos manos que trabajan
con las ganas de vivir
una nueva vida buena.
Bajaban a los puertos
con las ansias de encontrarse
una patria sana y vasta
una patria verdadera
muy distinta de la otra
que se hallaba genuflecta.
Los llamaban emigrantes
los musiús, los extranjeros
los que roban el trabajo
los que cambian las costumbres
los que vienen de otras eras.