La cabeza me duele; ¿qué tendrá mi cabeza?
Cuántas raras ideas van buscando belleza;
cuántos versos viandantes de un letargo senil,
cuánto elogio deshecho sin la mano gentil.
Si las palmas son toscas; son de acero esmeril;
si los cielos son ciegos, son de bruma y añil,
¿cómo quieren que escriba mis poemas del alma?
¿cómo puede una pluma regodearse en la calma
si hay tornados y furias acechando siniestros
bajo pieles curtidas por correazos tan diestros?
Si la fábula es hosca, si nos falta el candor,
la ternura, el elogio, la caricia serena;
si el terror nos invade, nos abruma la pena,
¡cómo esperan estrofas impregnadas de amor!
Cómo quieren que cesen egoísmo y dolor
y no sea la soberbia soberana del todo
o la envidia mezquina recubierta de lodo
o esta rabia funesta
disfrazada de fiesta
o esta airada pasión
que corroe la razón
y que forja el desierto
en que “vivo” estoy muerto…
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